«Me alegro estar de nuevo en la calle», celebraba Alexis José Ochoa, 64 años, tras salir por el gran portón rojo de la cárcel de Yare, a cien kilómetros de Caracas, como parte de un proceso de 225 de presos detenidos por la crisis poselectoral en Venezuela.
AFP
Un centenar de personas aplaude mientras espera más liberaciones, pues la fiscalía prometió liberar a 225 de los más de 2.400 detenidos por las manifestaciones contra la cuestionada reelección del presidente Nicolás Maduro el pasado 28 de julio que también dejaron 28 muertes y 200 heridos.
Hasta el momento, 107 han sido confirmadas por la oenegé Foro Penal, líder en la defensa de «presos políticos».
La jornada comenzó desde temprano. Familiares se trasladaron en autobús hasta las sedes de cuatro cárceles en el centro-norte del país: Yare III, Las Crisálidas (estado Miranda), y los penales de máxima seguridad habilitados por el gobierno para recluir de detenidos que son conocidos como Tocuyito (Carabobo) y Tocorón (Aragua).
En esos centros hay detenidos de todo el país y algunos familiares demoraron hasta cinco horas en llegar debido a las largas distancias de sus lugares de residencia.
-«No es un terrorista»-
Sentados en el piso esperando las liberaciones, Nelia Olivares, de 55 años, cuñada de Ochoa, se levanta para rezar apoyada en la reja de la cárcel.
Las lágrimas caen por sus mejillas, también espera la liberación de dos sobrinos. Los tres fueron arrestados mientras «abrían su garaje» cerca de una protesta en Guatire, un suburbio de Caracas, durante los días posteriores a la proclamación de Nicolás Maduro como presidente reelecto entre denuncias de fraude de la oposición.
«Esto es lo peor que nos ha pasado en la familia», señala.
Cada vez que se abre la puerta de la cárcel, las familias tienen esperanzas, pero se trata de la entrada y salida de coches de la policía. A las 11h30 (15h30 GMT), una mujer grita de alegría al creer ver a un prisionero. Todos se levantan y corren, pero es una falsa alarma.
«Es un sube y baja de emociones. Es como en maternidad esperando para dar la luz», comenta Michell Hurtado, tía de Oscar Escalona, de 23 años, detenido en Barcelona (noreste).
-«Vayan a casa»-
Al rato sale un grupo de mujeres, esposas de presos comunes, que se encontraban en visita. Una de ellas exclama, en tono despectivo: «son los familias de los guarimberos», como les llama el gobierno.
Los agentes salen y establecen las reglas: «No queremos alboroto (desorden) (…) No pasen de este punto sino ¡paramos todo!».
A las 15h00, finalmente los oficiales gritan el nombre de un interno puesto en libertad. Las familias aplauden y sale el primer recluso.
«Me siento bastante extraviado por tanto tiempo de encierro. Me siento tranquilo, en paz, Dios esta aquí», dice Andrés Galea, de 31 años, al salir de la cárcel mientras abraza a su madre Dorimar Machado.
Los tres meses que estuvo detenido fueron «bastante duros. Tenía fe de que íbamos a salir porque todos somos inocentes», añadió.
Sin embargo, como los demás, tendrá que comparecer periódicamente ante los tribunales.
Olivares respiró al encontrar a su cuñado: «Gracias a Dios… Estamos esperando a los dos sobrinos». Ochoa cuenta que los policías los buscaron «hoy a las 5h00 de la mañana», y entre bromas los policías dijeron: «va a ser trasladado (…) ¡estas libre chico!».
Los detenidos están saliendo poco a poco. Algunas familias están desesperadas. Una mujer subraya: «Han detenido a mas de 2.000 personas, no las van a soltar todos. A algunas de nostotros nos va a tocar llorar».
Frente al penal de Las Crisálidas, el escenario es similiar. «Estos cuatro meses fueron horribles, ver a mi hija llorando por los rincones (…) yo le decía: tranquila, que mamá ya viene», cuenta Junior, un cocinero de 34 años, que prefiere no dar su nombre completo, y que esperaba la liberación de su esposa.
Fueron excarceladas unas 30 mujeres en Las Crisálidas. Familiares denunciaron que las liberaciones en este penal se detuvieron por un problema con la tinta para la impresión de boletas de excarcelación. Algunos salieron a comprarla.
«La tinta más cara que he comprado, pero si no la ponemos nosotros, tenemos que esperar hasta mañana», dijo uno de los familiares sin identificarse.
La directora del penal, no obstante, dijo: «No es verdad que sus familiares no han salido por falta de tinta, la tinta falta, pero ya no he recibido más boletas de excarcelación por hoy».
«Vayan a casa», añadió.
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