Hace tres meses el descontento social aumentó por los resultados de las elecciones presidenciales anunciados por el Consejo Nacional Electoral, dando como ganador a Nicolás Maduro. Las protestas de rechazo iniciaron el 29 de julio y también la represión, documentada por organizaciones nacionales e internacionales como una de las más fuertes en la última década en el país.
Desde entonces, según el Foro Penal, hay 1.828 personas arrestadas (entre ellos 69 adolescentes) en todo el país por delitos como terrorismo, incitación al odio, obstrucción a las vías públicas o resistencia a la autoridad. Algunos presos han sido movilizados de estados como Anzoátegui, Trujillo, Monagas, Barinas, Nueva Esparta, Apure o Bolívar a cárceles del centro y norte del país.
Las madres, hermanas, tías o primas también han tenido que movilizarse, aprender nuevas prácticas y tomar nuevas rutas para visitar a los detenidos. Así le ha tocado a Belkis Padilla con su hijo Emmanuel, a quien detuvieron el 30 de julio a las 3:35 p.m. en Los Teques, estado Miranda, cerca del Superlíder.
«Ahí lo agarraron creo que los colectivos porque estaban vestidos de negro y lo montaron en una Explorer gris. Rodaron hacia El Tambor, se encontraron una patrulla de PoliMiranda y se los entregaron», explica.
Balance de #PresosPoliticos en Venezuela al 28/10/2024 por 𝗙𝗼𝗿𝗼 𝗣𝗲𝗻𝗮𝗹:
Hemos registrado y calificado el mayor número de presos con fines políticos conocido en #Venezuela, al menos en el Siglo XXI. Seguimos recibiendo y registrando detenidos.
𝗧𝗼𝘁𝗮𝗹 𝗽𝗿𝗲𝘀𝗼𝘀… pic.twitter.com/l7hOEFmH4A
— Foro Penal (@ForoPenal) October 30, 2024
Su otro hijo Santiago, que se separó de Enmanuel en las protestas, se resguardó en su vivienda y llamó a su madre para preguntar por su hermano. Le prometió que lo iba a ubicar, pero a las 6:00 p.m. todavía no tenían noticias de su paradero. «A las ocho de la noche me llegó una llamada de un número que no conozco y era él, diciendo que estaba en PoliMiranda detenido».
El 2 de agosto, Emmanuel fue presentado en tribunales y lo acusaron de terrorismo, incitación al odio y obstrucción a la vías públicas.
«Pero nada más con terrorismo uno anda asustado. Eso es lo peor, pero ninguno de esos muchachos es terrorista porque imagínese, ¿cuántos terroristas teníamos en Venezuela y nadie sabía? Esos muchachos no son terroristas. Mi hijo lo que hacía era trabajar y jugar basket. Ahorita dice que extraña es eso, porque los fines de semana lo que hacía era jugar basket», afirma Belkis.
El 3 de septiembre a la 1:00 de la madrugada fue trasladado al Centro Penitenciario Región Capital Yare III. Mientras estaba recluido en Los Teques lo podía visitar dos veces por semana y todos los días debía llevarle la comida y agua. «En dos meses lo hemos visto dos veces nada más y 10 minutos que es lo que nos permiten en Yare».
El 15 de octubre de octubre le hicieron la audiencia preliminar. Su madre pudo avisarle un día antes durante una visita. Pero Enmanuel estaba claro que iba a juicio como el resto de los detenidos. «Yo le dije ‘no vas a firmar nada, así le peguen usted aguante su pela porque no vas a firmar nada de que es terrorista porque no lo es’».
Pero la respuesta de Emmanuel no fue alentadora. «Las palabras que me dijo mi hijo es que ‘si esto sigue yo me voy a matar, yo me voy a matar porque yo no le voy a pagar al gobierno unos años aquí metido cuando yo no hice nada. Yo estaba en Superlíder y no tenía cauchos, ni tenía palos ni tenía nada cuando me agarraron’. Entonces imagínate cómo yo estoy, que si esto no acaba mi hijo se puede matar en cualquier momento».
El martes 29 de octubre, la novia de Emmanuel lo visitó y le comentó que lo vió «cambiado». Él dice que está más animado, «que lo están sacando a jugar basket y fútbol, que les dan sus tres comidas normalmente. Ayer les dejaron pasar algunas cosas, gracias a Dios, pero nosotros nos movimos para que nos dejaran ingresar eso».
«Yo me voy cuando me vaya contigo»
Anthony Padilla estuvo un año en Brasil y se vino porque no quería seguir viendo a sus padres por videollamada. «Por eso él regresó al país y ahora está preso y yo estoy presa con él», rememora Emanuela González.
A su hijo lo detuvieron el 29 de julio cuando se encontraba en una parada de taxi junto a un compañero de trabajo, luego de visitar a su novia. «Lo agarraron y me lo golpearon. Él trabaja en un restaurante de comida rápida y su papá pensó que estaba trabajando, así que no nos preocupamos (…) El martes en la mañana una funcionaria consiguió a mi hijo arrodillado en una esquina llorando, le dijo que si su familia sabía que él estaba allí. Le dijo que no era de allí, que no conocía nada. Le pidieron el número de su papá y se pudieron comunicar, a mí me avisaron el martes en la tarde».
Emanuela es de Ciudad Bolívar y Anthony estaba en Puerto La Cruz junto a su papá. «El puente Angostura estaba cerrado y tuve que esperar hasta el miércoles, salí de mi casa a las tres de la mañana, dispuesta a que me detuvieran también».
En tribunales fue presentado junto a otras 28 personas, 26 hombres y dos mujeres, una de la tercera edad y otra de 25 años. Los acusan de seis cargos, pero el más pesado es terrorismo.
El 27 de septiembre Anthony fue trasladado a Yare III desde Puente Ayala, junto a un grupo de otros 115 hombres. «Lo pudimos ver 10 días después por unos minutos, no se le pudo ingresar nada de comida, ni agua, solamente verlos. No me pregunten qué come porque yo no le pregunto nada de eso para no perjudicarlo. Confío en la fortaleza que Dios me da de que él esté bien, porque eso es lo que le pido», señala.
El joven cumplió 23 años estando preso. Pudo felicitarlo por una llamada donde le avisaron sobre la próxima visita. Ella le ha reiterado que «Yo me vine a buscarte y yo de aquí no me voy. Yo me voy cuando me vaya contigo. El día lunes nos permitieron también una visita, creo que fue menor el tiempo. Éramos un grupo de 25 madres que entramos y por primera vez pudimos entregarle algunas cositas, catalinas, galletas, torta, agua, solo eso».
Entre lágrimas, Emanuela asegura que va a defender la inocencia de su hijo: «Yo lloro porque es necesario, porque uno tiene que drenar de alguna manera pero tengo mi fe inquebrantable de que se va a hacer justicia. Dicen que ellos están negando los cargos. No, ellos están manteniendo la verdad y la verdad es que él es inocente, así como su compañero. En un país libre no puede ser pecado estar en una parada esperando un taxi, que era lo que estaba haciendo mi hijo».
«Yo también estoy presa»
Ese lunes 29 de julio Miguel* estaba esperando un pago de su trabajo para irse del país el 2 de agosto. Pero su meta se paralizó cuando un grupo de funcionarios de la Guardia Nacional lo detuvieron junto a un compañero en Fundación Mendoza (Barcelona).
«Me dijo que no lo maltrataron ni le pegaron porque no puso ningún tipo de resistencia», explica su madre Daniela*. Lo trasladaron a la sede de la Dirección de Investigaciones Penales de la PNB en Barcelona. Pudo dar con su paradero al día siguiente, a pesar de que la tarde anterior le habían dicho que no estaba allí.
«Cuando lo vi estaba horrible, la mirada cambiada porque primera vez que cae en eso. Él tiene muchas metas que yo sé que Dios va a meter su mano por él y todos esos muchachos porque todos son inocentes, no son terroristas», dice Daniela.
Todavía no sabe cuál es el motivo que alegaron para detenerlo en la audiencia de presentación o pasarlo a juicio bajo cinco cargos. «Nosotros no tenemos información, a nosotros no nos dan ningún tipo de información. Ellos dicen que son terroristas y esas cuestiones, pero más nada. No nos dan información, no nos dejan ver el expediente, absolutamente nada. Estamos como en cero».
Cuando trasladaron a Miguel al penal de Puente Ayala no avisaron a sus familiares. Tampoco lo hicieron a finales de septiembre al ser llevados a la cárcel de Yare III. «Ellos pensaron que los iban a matar, los sacaron de madrugada, los sacaron esposados con el tirraje ese. Imagínate ese viaje tan largo con las manos esposadas como unos terroristas, pero ellos no lo son».
Su hijo ha empezado a presentar problemas asmáticos y tiene dolor en el costado derecho. No le han dejado pasar algún medicamento. «Me dice que la comida es mala, con sabor a chiripas. Tiene que hacer esfuerzos para comerselo y sin saborear, pero me dijo que estar allí es como morirse poco a poco. Yo estoy destrozada, yo también estoy presa. Ya no como, he bajado muchos kilos y tampoco estoy bien de salud pero por mi hijo hago lo que sea».
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